Ahora es normal ver Club de Fans de pilotos. De hecho a veces he comentado que dudaba si nacía antes el piloto o su club de seguidores.
Confieso que no son santo de mi devoción. Aunque mientras se respeten con otros aficionados que "defiendan" a otros pilotos, bien está.
Lo que ocurre es que me gusta cien veces más cuando la gente va simplemente a ver carreras. Independientemente de quién gane, lo guapo o feo que sea.
Este fin de semana en el circuito del Jarama están siendo las carreras de camiones. Apostaría a que muchos de los allí presentes ni sabían quién era Antonio Albacete. Y de los más entendidos no dirían ni cinco pilotos de la parrilla (yo no lo sabría).
Sin embargo, son seguidos, son admirados y a la gente le gusta el espectáculo que montan.
Cuando terminan las carreras se tiran minutos haciendo trompos para la afición, que enloquece mientras una nube blanca con olor a goma quemada les baña en la pelouse.
Alucinan. Niños y mayores lo agradecen ovacionando a cualquier piloto que allí se pare independientemente de su nacionalidad o su puesto final en carrera... Sin Club de Fans de por medio.
Es como un agradecimiento mutuo, un gesto de cercanía no programado. Pero que sucede, que empatiza, fideliza y hace de un día de carreras, una auténtica experiencia atravesando incluso la barrera de lo emocional.
Esos pilotos son skateholders, es decir, forman parte de una organización (Campeonato de España o Europa de Carreras de Camiones), pero con sus acciones individuales de decisión propia ayudan a fomentar al grupo al que pertenecen.
Los Campeonatos deberían premiar a estos Pilotos Stakeholders porque son responsables en gran parte de su éxito.
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